SUSY GOMEZ: «EL BAILE DE LA VIDA»
Hasta el 20 de junio. Museo de Arte Contemporáneo. Ibiza.
Susy Gómez (Pollensa, Mallorca, 1964) es escultora, pintora y, ante todo, creadora. Lo prueba su recorrido en el arte, al que se enfrenta con distintos materiales favorecedores de expresión de diferentes ideas y sentimientos, donde la obra siempre tiene el sello del mundo femenino. La palabra híbrido, con su sonido a laboratorio científico, no me parece que defina la libertad creativa con que combina diferentes técnicas y materiales, de los que nunca nacen monstruos malformados, sino situaciones, visiones, sentimientos, posiciones y mundos personales.
Es un arte íntimo, aunque las dimensiones superen el canon humano y real, un arte elegante que ocupa espacios y lienzos. Como ocurre en esta exposición comisariada por Elena Ruíz, directora del MACE, y el crítico de arte Enrique Juncosa, donde el espacio de la sala parece convertirse en un hogar cuyas mujeres y niñas, atrapadas, sueñan.
Realicé el recorrido marcado por Susy para ver la exposición, con explicaciones incluidas, pero no conseguí la misma solución, pues como dijo Delacroix «la obra de arte debe dejar algún lugar imperfecto para la imaginación del espectador». En la primera obra, un maniquí con ropas de finales del s. XIX, ante una puerta de madera cerrada a un pasillo de baldosas de suelo hidráhulicas que termina en una puerta abierta, no pude pensar en las mujeres de mi familia, sino en cualquier mujer ante un espejo con sus poses y charlas imaginarias. En la segunda, vestido de niña en hierro forjado ante una escalera de piedra, también de principios del s. XX, el ejercicio personal consiste en hacernos responsables de la niña que llevamos dentro, cuya escultura del vestido es tan rotunda, tan insinuante en sus vacios que no pude pensar en niña y niño. Terminé la visita en la escultura de dos vestidos femeninos realizados en hierro forjado ante una enorme pila o torre de colchones donde uno de los vestidos está de espaldas a la torre.
Qué la obra de Susy Gómez transmite y funciona es evidente, que fomenta la curiosidad interior y hace pensar, también. Por eso realicé después un recorrido personal bajo el velo de seda elegido, un azul turquesa como el color del mar ibicenco y, por puro azar, la frase «la danza de la vida» en castellano, ya que hay varios colores y varios idiomas en ésta obra interactiva. Imaginé entrar por la puerta semiabierta del pasillo y abrir la puerta cerrada, símbolo de lo prohibido, de lo oculto. No pensé en familia sino en mi contacto con la obra. Sorprendí a la mujer manca arreglándose para ir a la playa con un bonito conjunto marinero de telas y puntillas de algodón, satisfecha y segura a pesar de su pérdida.
Descubrí una silla de una familia venida a menos que demuestra su creatividad en la urdimbre del asiento, utilizando el rectángulo como base compositiva para convertir a la silla en única.
Después dude entre la obra del vestido infantil o la torre de colchones. Elegí la niña y subí por la escalera a mirar el mundo en otra dimensión y recordé el placer que supone superar obstáculos y avanzar.
Me esperaba la torre al bajar. Una pila enorme de colchones me habló de la vida sexual femenina, de la esencia íntima y profunda. El vestido de flecos de mujer elegante me introdujo en ese mundo de días y años, de risas y llantos. Salí a medio vestir, envuelta en un corse con una enagua vaporosa para terminar desnuda ante la vida, ante la preciosa imagen de Dalt Vila en un día de lluvia primaveral.
Les deseo suerte en su recorrido.
Victoria E Arenal
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