ROBERT ARATO Y JESUS DE MIGUEL. MANO A MANO
Tras una pequeña caminata por el campo ibicenco la casa payesa del pintor Arato apareció entre higueras, chumberas y campos en barbecho o abandonados. En el estudio, colgados de las paredes, los grandes lienzos, aparentemente blancos pero tratados con una imprimación de grandes brochazos y sutiles veladuras de color inapreciable a simple vista, esperaban la impronta de la pintura.
Un piano de cola, con la elegancia implícita del lacado negro, sonaba en directo junto a una banda de jazz. Robert y Jesús, descalzos sobre la tarima de madera del suelo, tantearon los primeros quites. Jesús realizó una línea negra en el lienzo central. Robert contesto con un requiebro de tierra tostada, y un rotundo brochazo magenta de la mano de Jesús inundó de color la sobriedad inicial con tonos rosados.
Dos pintores, dos estilos. RA, eslovaco con estudios de arte en EEUU y Alemania, parecía pintar al ritmo de la música, con brochas grandes primero, con barras de cera después, y al final con los dedos, metido por completo en la obra, ajeno al jolgorio de alrededor. Enfrascado en diluir la pintura a base de caricias, en introducir ritmos con el color y los grafismos, abriendo el espacio pictórico más allá del lienzo. JDM, palentino con estudios en la facultad de Bellas Artes de Salamanca, empeñado en ironizar sobre el acto creador, pintaba con grandes brochas impregnadas de pintura densa, acotando y cerrando fragmentos eslovacos, con chorretes de rosas sangrientos que se deslizaban atraídos por la gravedad por el lienzo. Parecía ajeno a términos como composición, ritmo, espacio, veladuras, sutileza…aquello que muchos, erróneamente, consideran académico. De ahí que su gesto gráfico resulte a veces repetitivo. RA abría y JDM cerraba.
La unidad de tan dispares planteamientos la daba el color: negro, magenta, tierra y grises terciarios y cuaternarios provenientes de la mezcla de todos.
Poc a Poc, el dicho más famoso de los ibicencos, los cuatro lienzos se quedaron pequeños y, los artistas colocaron nuevas superficies pictóricas sobre el suelo. RA diluyó la pintura hasta obtener una acuarela y dejo caer el agua de color violeta sobre el lienzo. El color salpicó como gotas de agua de una ola y surgió un nuevo grafismo. JDM introdujo un nuevo color verde turquesa con blanco sin novedad en el trazo, con ese afán tachista que caracteriza su obra, capa sobre capa. Transgresor para algunos y académico moderno para otros.
Aunque me fui antes de terminar la sesión, me decidí por RA. Por su concentración, por su aislamiento al entorno mientras pinta, por su buen hacer, por su creatividad, por su saber.
Victoria E Arenal
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