Pocos nombres hay más relacionados con el teatro en nuestra isla que el de Merche Chapí. La directora valenciana fue el alma del Grupo Amateur de Teatro (GAT) durante más de 40 años y también ejerció como instructora de actores. Hace unos días, Chapí nos abrió las puertas de su casa para concedernos una entrevista y contarnos más acerca de su trayectoria artística.

P: ¿Cómo fueron tus inicios en el teatro de Ibiza?

R: Yo venía de hacer tragedias griegas en el Teatro Principal de Palma de Mallorca durante seis años y empecé con el GAT en 1975. Desde ese momento organicé clases para actores de la compañía y más adelante, en 1981, las abrí a gente que no pertenecía al grupo. Tuvimos tanto éxito que nos ofrecieron hacer giras, pero no pudimos porque no se podía contratar a una asociación amateur. En realidad, lo que me importaba era montar obras y el público en Ibiza es igual que el que hay en Madrid o Barcelona.

P: ¿Qué experiencia tuviste con la censura en aquellos años?

R: Entonces hacíamos mucho teatro político, pero la censura siempre fue más sexual que política. Una vez llevamos a escena una comedia a la que recortaron bastantes palabras y, cada vez que teníamos que decirlas, sacábamos a alguien con un cartel que decía “Censurado” (risas).

P: ¿Dónde trabajaste antes de Can Ventosa?

R: Las dos primeras obras fueron en la casa de la Iglesia, que ahora es la TEF. El cura archivero Juan Cardona nos la cedía. Luego fuimos pasando por El Polvorín, L’Hospitalet, la residencia de Cas Serres y ya llegamos a Can Ventosa. Allí empezamos un club de teatro, pero no cuajó.

P: ¿Qué tipo de obras prefieres?

R: He representado alrededor de 200 y normalmente he estado más cómoda con piezas más pequeñas.

P: ¿Cuál ha sido la que te ha dejado mejor sabor?

R: Fue Bodas de sangre porque coordinamos a 35 actores para representarla. También disfruté mucho haciendo obras clásicas para gente joven porque siempre conseguíamos engancharlos.

P: ¿Has probado otras facetas del teatro como la actuación o la escritura de piezas?

R: La verdad es que la actuación no me gusta tanto porque te acabas encerrando en un solo personaje y yo necesito ver la obra al completo, como hace una directora. Alguna vez he escrito obras propias, pero prefiero hacer adaptaciones.

P: ¿Tenías alguna técnica para trabajar con los actores?

R: Todo viene del método Stanislavski, pero pienso que no hace falta llevarse el personaje a casa ni transmitirle las experiencias propias del actor. De todas maneras, he tenido fama de exigente con los demás y conmigo misma, pero me fui relajando con el tiempo.

P: ¿Cómo eran tus lecciones?

R: Teníamos tres asignaturas: técnica teatral, historia del teatro e interpretación. Técnica teatral era la más seguida porque muchos se apuntaban como parte de su terapia psicológica y otros venían para superar la timidez. En cambio, historia del teatro era la que menos interesaba.

P: ¿Sabes cuántos alumnos han pasado por tus clases?

R: Es imposible saberlo. Cada año se matriculaban 30 personas, pero había mucha gente que repetía, otros iban y volvían y algunos solo estaban en una o dos materias.

P: ¿Hay algún alumno que haya tenido éxito después de haber pasado por tus clases?

R: Sí. Están Juanfran Becerra, que está viviendo del oficio en Madrid y el productor y director audiovisual Enrique Villalonga.

P: Hace unos días, el ayuntamiento de Ibiza te concedió la medalla de oro de la ciudad por “su trayectoria como directora de teatro, por sus valiosas contribuciones a la renovación de la escena ibicenca y por la labor llevada a cabo como profesora de teatro en la ciudad de Eivissa”. ¿Cómo recibes este premio?

R: Yo me enamoré de Ibiza desde que llegué en el año 1966 y es la ciudad en la que he estado viviendo y trabajando desde entonces, así que es el premio que más deseaba. Me ha emocionado incluso más que el Ramon Llull y me parece que es lo más grande.

Por Miguel González

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