CONVERSACIÓN CON GEORGE STEINER

Gabriel Torres Chalk recupera la seccción iniciada por Carlos Garrido, Ibizasferio con esta conversación con George Steiner

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La tarde construye una conversación en el místico cansancio de esos ojos que ahora interrogan los harapos del destino. A veces vuelve en forma de olvido. Retorna al futuro de las ánforas que se reúnen en páramos habitados por las algas del deseo – el incesante fluir de la transición de la luz que hace del yo una abstracción a voluntad del sonido de los sonajeros.

Quien siente la isla – cualquier isla – sabe que diversos tiempos circulan por su siempre cambiante fisonomía. El ir y venir de las dunas, el ritmo de las olas, la pausa de las nubes, la blanca elocuencia de los almendros. En realidad la isla en sí es un ente viviente con sus respiraciones y latidos, con sus llantos y sus júbilos. Quien siente la isla – pero quien la siente desde abajo, desde la raíz, desde las algas y los guijarros – sabe que la elección depende de la voluntad de la propia isla. Tanto si has nacido en la isla, como si has venido de visita, o si después decidiste quedarte, en realidad no fue decisión tuya. Hablo de una energía que fluye y que nos precede y nos sucede. Sabes que llegará ese momento. Llegará ese momento cuando experimentarás esa vislumbre que puede manifestarse de muchas formas. Llegará ese instante cuando sentirás el aware y te impregnará todo el ser y siempre recordarás, porque te invadió el corazón desde abajo. Es ese instante cuando vislumbras que el universo ha estado diseñando ese momento para ti durante siglos. Los elefantes lo saben. Lo sabían los fenicios y todas las culturas atraídas por esta energía.

Ibiza-Click.comLa tarde construye una conversación en las místicas manos del aleph. Hablamos de Babel mientras sus manos trazan la imagen de un gaulo fenicio. Reconozco ese brillo, pienso, porque un día tuve esa ilusión. La isla de Ibiza tenía ese potencial para dar forma a la Babel que la nombra y postularse como un centro de traducción de lenguas, una universidad viva de referencia en el mundo. Entonces aparece Astarté. Te escucho. Nada es lo que era.

Quien siente la isla, no puede evitarlo. Un repentino susurro mientras tomas el café en un bar de la Marina de Ibiza. El suave sonido de las hojas de los árboles del parque. El repicar de los mástiles de los barcos enlazados al noray. El olor a sal y a puerto. Y todas esas presencias y ausencias que no vemos. Formas de energía que de repente te resultan familiares. El lento caminar de Ulises bajo la forma de un pescador que se dirige hacia el faro. Reconoces los adoquines y las calles empedradas y la voz de alguien que pide un café en la mesa de al lado. Quien siente la isla sabe que todo adquiere otro cariz aquí y que las prioridades cambian, incluso las certezas y las incertezas también.

Un corb marí surca el bosque de pinos como si fueran las corrientes de aire del Mar Egeo. Una marioneta escoge almendras de la tierra con la precisión de un reloj de arena y muerde las cáscaras de la memoria de una golondrina. Su canto es mi pequeño milagro. Entran las olas y los peces en tu mirada y buscan las corrientes de las palabras para encontrar su camino.

Las luces tiemblan al otro lado de la orilla. Los grillos comparten los mensajes de la luz en la noche, y parece que interrumpen el tiempo de su acción, saltando de mano en mano. Ellos saben que el tiempo tiene cuerpo. La isla invoca al fuego. El fuego sagrado de Homero que lame sus heridas entre la pausa del sueño. El olvido tiene rostros y manos de un grito que se manifiesta en la conjura del loco de la carta, colgado boca abajo en los confines de una razón que respira bajo el agua.

La contravida en unas corrientes que derivan hacia atrás en busca de una luz origen. El albatros vuela hacia la popa del navío mientras Coleridge cose palabras a las formas de ese sueño que tiene delante, y parece que se le escapa en los fumaderos de opio, buscando la locura del ojo que comparte los códigos del astrolabio del Piloto de Agusto Roa Bastos. Sí, el Almirante.

Si sientes la isla, sabes de viajes. Hueles el llebeig y los códigos de las contracorrientes. Los Freus son un símbolo y el catamarán vuela hacia el horizonte descodificando el viento. Se escucha el zumbido de los grillos circular bajo la mirada de la sargantana. Un ladrido lejano. Tantas orillas cosidas a la locura de Aquiles. Su atenta mirada. Su mente frente a las orillas de Troya, desde el navío arropado por los mirmidones.

El atardecer convoca una brisa en Sa Caleta, coincidiendo con el retorno de los llaüts. Sabemos que habrá viento esta noche. Mientras caminamos por los senderos flanqueados por los almendros, puedo escuchar todavía el sonido del violonchelo trazando la estética de una posibilidad. Alargo una mano de forma instintiva y con la yema de los dedos siento la nostalgia y las rocas, siento alguna de sus formas inclinándose hacia unas orillas que a veces, caprichosamente, jugamos a inventar. Desde abajo. ¿Es, acaso, otra forma adoptada por la nostalgia del absoluto? Steiner sonríe.

Entonces, pienso en Astarté. Pienso en el viaje de Astarté, cansada de los rascacielos y avenidas desgarradas por la cultura del simulacro de la era digital. Pienso en la performance de Bansky y cómo se cargó el último latigazo de la era digital para pasar a otra cosa. Si el video tiene más valor que la obra que se iba carcomiendo a sí misma delante de voraces inversores, dejando sin palabras al ganador.

Estamos ya en otra cosa. La niña con el globo en forma de corazón – imagen que se autodestruye – puede ser una gran metáfora de la fragilidad de una isla que ya no puede vivir de la nostalgia. Los elefantes se van, se han ido. Los libros emprenden viaje en sus baúles de caoba con los elefantes bajo el brazo. Queda la esperanza en el talento y la palabra. Queda esperanza en la reinvención del aleph. El libro es esencial en mantener viva la esperanza más allá de la tierra baldía. El libro es el equilibrio en una sociedad sana y vital capaz de recoger el aliento de Melqart en un Mediterráneo que ahora sufre tanto.

La inteligencia artificial ya es imparable. Antes, me preguntaba cuál sería la siguiente era y, en realidad, en perspectiva, la era digital ha durado bien poco. Eso sí, lo ha cambiado todo. Cómo se va a adaptar la isla a esta era que ya tiene el nombre de IA. La nostalgia no nos va a salvar. La nostalgia no va a recuperar las galerías de arte, las librerías, los cafés con personalidad, las tertulias. Mantener viva la energía de Melqart depende de estas generaciones. El tiempo tiene cuerpo.

Inspeccionar el poso de la yoidad con la sorpresa de la primera vez. Los ecos de esas voces me han concedido la oportunidad. Algo que crece en la memoria como las ramas que buscan acariciar el viento y reinventarse al atrapar el rocío. No pide nada a cambio. Acaso un íntimo diálogo bajo las flores rojas. La máquina de escribir esconde una isla de fuego y su mirada alcanza a observar la catedral que ahora es azul porque quiere dibujar el horizonte. Pero también puede ser amarilla porque ya nos habíamos visto aquí antes. Eran otros tiempos. Escucha ¿puedes oír cómo se ralentiza el corazón de la isla, sus latidos? Steiner me habla de Omeros de Walcott y algo hay de Calibán en la historia que se refugia bajo la borra del café.

Peregrino, desciende yo, me dice a veces Calibán, y así rescatar la palabra bosque y pino y caleta y bleda, del exilio para poder adentrarme en tus senderos, hacia todas las ramificaciones de tus fonemas, y ramas, y brazos, y seguir olfateando con el hocico la elocuencia de la brisa de las salinas, bajo una sábana de mariposas llenas de vida.

Peregrino desciende yo, me dice a veces Calibán, y así rescatar la historia de la historia, y volver a reinventar el concepto de raíz como todos los que nacimos entre dos cielos y cuyo mensaje aún resuena en los vinilos de Woodstock. La tarde construye una conversación y esta librería que ya no existe anula cualquier convención cronotópica para volver a ser un pájaro que desciende hacia el rito.

Ibiza fue un Puerto Mediterráneo del Libro, y mientras observo la isla de Formentera en el horizonte desde este Baluarte de Sant Bernat, recuerdo mis conversaciones con Steiner. Acordamos que si la isla no es capaz de mantener su Babel, el latido de Melqart iría menguando de forma irremisible.

Es prioritario apoyar y fomentar las editoriales, los libros, la palabra, el arte, la cultura en todas sus manifestaciones. Un gran centro de traducción que irradie la energía de las lenguas y equilibre las bajas energías que circulan por estos tiempos de vibraciones tan bajas y lamentables. No apoyar a las editoriales de la isla, las librerías, los eventos culturales, el arte, la música, es cortar la esencia de la isla. Los olivos de la necrópolis púnica lo saben. La tierra baldía aún tiene esperanza. Escuchemos los latidos de la isla y cambiemos de modelo. Lo que queda, importa.

 

Por Gabriel Torres Chalk

 

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