…RECORDAMOS EL ARTECA…

Con el pretexto de hablar del festival de Jazz, nos nace el deseo de escribir acerca de Maurici Cuesta y su Arteca, su Asociación y (bar) Cultural de Jazz que desapareció cuando él dejó de estar detrás de la barra.
Para los que nada saben de lo que hablamos, simplemente decirles que Mauri fue un personaje muy importante para la música en Ibiza.
El se inventó el Arteca, el refugio y el escenario ideal para la mayoría de músicos que pasaron por ese bar esperando tener una oportunidad para tocar, para subir al escenario y ser aceptados y aprobados por la crítica fulminante de un Mauri que perdonaba la inexperiencia de un músico, pero no la falta de atención e interés para superar el nivel de lo aprendido, no la falta de prudencia o humildad para saber cuándo intervenir o actuar.
Mauri Cuesta fue duro consigo mismo y de hecho con todos, encauzó su vida en forma terca y obstinada para una sola dirección, la cultura y el jazz.
Era un hombre testarudo y soberbio,  tenía mucho orgullo y ego que era lo que le permitía mantenerse a los setenta y tantos años  con la espalda recta, la mirada altiva y la mente lúcida para dejar pasar en su bar lo que a él le parecía correcto o no (lo incorrecto era casi siempre lo que elegía).
Rodeado y visitado por grandes y también noveles músicos, era  implacable con clientes, amigos y con quien no quisiera respetar la música y su casa.
Construyó su Arteca a su manera, con  muebles hechos por sus propias manos, escenario de palets que al pisarlos mal, sonaban como notas de piano desafinadas, colages de fotos y carteles de películas, músicos y amigos de todas las épocas.  
Insonorizó el bar como los viejos  estudios de sonido, con cajas de cartón de huevos, llenó alacenas con libros, revistas, su gran colección de música, películas y vídeos… hasta un ordenador instaló en esa época en que Internet empezaba a ser una novedad en Ibiza, hizo también de chef con sus bocadillos y salsas de recetas inventadas y sacadas de no se dónde…pero deliciosas como sus conversaciones y su sentido del humor pícaro y lleno de ironía.
Vestía sus cabellos blancos con una nutrida colección de sombreros y boinas, que le daban el toque artístico, original en él como sus “monos”,  sus caricaturas que tenía por ahí escondidas, y sus pinturas colgadas al fondo del bar.
Saltándose las normas y las formalidades el Arteca existió, (tiene mucha historia), era una especie de cantina decadente y bar de jazz de los suburbios de New Orleáns  con polvo acumulado y utopías inalcanzables, y una Marilyn de cuerpo entero recibiéndonos en la antesala a los lavabos…
Todos criticábamos el estado del Arteca, pero todos terminábamos encontrándonos ahí, amontonados y abriéndonos paso entre el humo habitual de los mil puros que Mauri fumaba, todos alrededor de él, (pensando antes de hablar, de hacer un comentario fuera de lugar…si no se sabe de música…a ese nivel, mejor era callar y aprender), los músicos y Mauri si que intercambiaban opiniones, era una escuela de aprendizaje vivo, real que no hay músico en la Isla que no añore, sino pregunten al: