UN EMPATE QUE SABE A POCO
Pero el Sant Andreu no bajó los brazos, al contrario, los catalanes comenzaron a intimidar al equipo local. Sus llegadas de peligro se producían cada vez que el Ibiza perdía la pelota en el medio sector que es dónde se sorteaba la posesión. Las llegadas de los visitantes tenían la proyección en diagonal, el pelotazo en vez del juego posicional y la sorpresa como argumentos de ataque, y que más de una vez sorprendió a la defensa local liderada por Joan Castillo.
Muy rápido el colegiado fue arremetido por las protestas desde las gradas, y es que una vez más el rosario de tarjetas amarillas se otorgó a jugadores del Ibiza, mientras el equipo visitante se apoderaba de la situación. Interrupciones, juego brusco y la sorpresa en el ataque terminaron desconcertando a los ibicencos, que a más de los once jugadores sobre el terreno, tenían también los errores arbitrales en su contra, el tiempo en su contra, la presión de sumar, y sin contar sus propios errores, que básicamente se evidenciaban en el pelotazo, en la insistencia del juego aéreo, en el sorteo de la pelota con el rival. Pese a esto a comienzos del segundo tiempo sobre el minuto 7 los atacantes locales fueron capaces de crear dos claras ocasiones de gol. Pero en fútbol existe la máxima de que quien no los hace los ve hacer, y efectivamente esto sucedió en el minuto 64, una bonita jugada de los catalanes culminó con la pelota en el fondo de las redes.
Y a partir de allí, poco se puede decir que no sea otro error lapidario del colegiado al no conceder un penalti sobre el final del partido. Un sabor amargo, el empate 1-1 y la sensación que el fútbol isleño no juega en una competición justa, o al menos los que deberían impartir reglamento no lo hacen por igual.
Por Efrain Espinoza
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